A veces la calma invade tu cuerpo.
Y la tranquilidad que sientes, te inunda.
Respiras.
Tu pecho se hincha y al soltar el aire, al abrir los ojos,
ves tu piel morena, de un dorado oscuro.
Piel vital…
Es el verano.
El verano pacífico y ardiente.
Y ese constante sonido que producen los grillos.
Aunque eso, es un recuerdo.
En la ciudad hay pocos.
Y la brisa suave, que empieza a ser más fresquita.
A veces paralizaría el tiempo en estos ratos de paz.
En el gozo de algo tan visto y tan poco disfrutado, tan poco sentido.
Las tardes de verano.
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